martes, 7 de diciembre de 2010

Unidos por la Sombra


Llega el momento, la ves, te cierra, sí, va para adelante. Al menos, para vos sí, el resto realmente no te importa. La empezás a ver... comenzás a escucharla y la cosa cada vez te cierra más. Pero esto ya lo viviste, durante mucho tiempo atrás con la misma persona, o no, quizás hoy es otra. Maduró. La volviste a escuchar, y no podes creer la melodía de sus palabras, sin música parece el mejor jazz de tu vida: tranquilizante, sabia, jamás oído... te embeleza... avanzás, las cosas fluyen y te sentís volando entre las nubes. De repente te diste cuenta que mágicamente volviste a confiar, a ilusionarte, estás en una edad en que quizás, se te ocurre abrir la ventana y mirar qué hay más allá, pensar en sembrar en ese jardín que hoy está árido. Es una flor, la mejor flor de la planta más dulce, y la ves ideal para tu edén... Decididos a compartir el recorrido de la vida, emprenden un viaje encantador, la vida parece darte la oportunidad que creés merecerte. De pronto, las cosas se tornan raras, y manejás la posibilidad de una amenaza: volver a la historia conocida, aquél crecimiento, aquélla maduración quizás no era tal, tal vez era solo un resplandor, una propia creación, un sueño alejado de la realidad, un postulado de autoría tuya la que te hizo ver cosas que en realidad, sólo eran parciales, una muestra gratis de lo que puede llegar a venir. Pero no vino. Remás, te la jugás, apostás, y toda esa serie de palabras que no están en el diccionario de quien tenés frente a vos, y la Angustia se apersona, te da la mano, y se sienta al lado tuyo, y de vez en cuando llama a su mejor amigo, Temor.
Así como volver a empezar, todo termina de repente. Tus dos amigos, vuelven a darte la mano, toman distancia mientras te miran fijamente a una considerable lejanía, van y vuelven sonriendo, y quien se sienta al lado tuyo, como siempre, que nunca te abandonará pero no te da la mano, sólo es un cohabitante silencioso, te mira y te sigue; tu sombra. Parece ofrecerte un único camino, el de la contemplación, la frialdad y el no compromiso. Pasa el tiempo, y ella sigue con vos, firme a tu lado sin desprenderse, ni siquiera en un día nublado, parece apagada pero siempre está contemplativamente a tu lado, mostrándote el camino a seguir. Vos lo elegís, y te quedás con ella que, al parecer, nunca te dejará sólo ni te hará oír cantos de sirenas.

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